El Señor con su descenso a los infiernos ha aniquilado al adversario y con su Ascensión ha exaltado al hombre. El icono anuncia la victoria sobre la muerte, sobre el infierno y la finalidad de la salvación: nuestra humanidad es introducida definitivamente en la existencia celestial a través de la humanidad de Cristo. Jesús, cumplida su misión, regresa al Padre para que el Espíritu Santo descienda en persona sobre nosotros.
Cristo, en un círculo de esferas cósmicas, desde donde se irradia su gloria, extiende su derecha como un gesto de bendición y de envío. En la izquierda, Cristo tiene el rollo de las Escrituras que contienen el anuncio de la Buena Noticia. La obra de salvación está realizada. Ahora debe ser acogida libremente por cada hombre. Es el envío a evangelizar: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28, 19-20).
La alegria de los apóstoles explota a pesar de la despedida de Cristo porque la promesa permanece. La Virgen, imagen de la Iglesia, está representada entre dos ángeles por debajo de Cristo, que es su cabeza. El extremo de los brazos alzados de los ángeles y los pies de la Virgen forman los tres puntos de un triángulo, simbolo de la Santisima Trinidad, de la cual la Iglesia es la impronta.
Esta imagen nos presenta en primer lugar el episodio y misterio de la Ascensión; visualiza la narración evangélica, pero poco a poco nos introduce en el misterioso significado de este momento único de la vida de Cristo que es principio y presencia de su misterio en la Iglesia, del misterio mismo de la Iglesia, bajo el influjo de la acción poderosa de Cristo que es su cabeza, en la comunión de los apóstoles que son el fundamento, en el dinamismo del Espíritu que es la lluvia de gracia que Jesús envía sobre su Iglesia, en el camino que la Iglesia tiene que recorrer, desde laEsta imagen nos presenta en primer lugar el episodio y misterio de la Ascensión; visualiza la narración evangélica, pero poco a poco nos introduce en el misterioso significado de este momento único de la vida de Cristo que es principio y presencia de su misterio en la Iglesia, del misterio mismo de la Iglesia, bajo el influjo de la acción poderosa de Cristo que es su cabeza, en la comunión de los apóstoles que son el fundamento, en el dinamismo del Espíritu que es la lluvia de gracia que Jesús envía sobre su Iglesia, en el camino que la Iglesia tiene que recorrer, desde la Ascensión hasta la parusía de su Señor, guiada por la experiencia de lo que ya vive y por la esperanza de lo que todavía no ha llegado.
Por eso, esta imagen es también como un icono de la Iglesia, una imagen viva de la comunidad apostólica con María, la Madre de Jesús, que ocupa, como podemos contemplar, un puesto central y ejemplar en la imagen. Basta un sencillo detalle para comprender cómo la iconografía nos invita a trascender el episodio para entrar definitivamente en el misterio: curiosamente, en el grupo de apóstoles que vemos a la derecha, frente a Pedro, algunos iconos colocan a Pablo, que ciertamente no fue testigo del episodio de la ascensión, pero pertenece al núcleo apostólico y es cantor del misterio de la exaltación de Cristo en la gloria como Señor.
EL MISTERIO DE LA TIERRA EN EL CIELO Y DEL CIELO EN LA TIERRA