Cristo y Adán: Cristo aparece rodeado por una mandorla (círculo) y lleva nimbo (aureola). Es el dueño de la vida y el cosmos. Su cuerpo resucitado, vencedor del abismo de la muerte, está animado por el Dios-Trinidad, principalmente el Espíritu Santo, de ahí ese resplandor de energías divinas (rayos de oro) y ese dinamismo expresado en su avanzar lacia Adán. Su ser entero, todo luz, anuncia la aurora del nuevo día que nunca tendrá ocaso. Es el día de la resurrección, el domingo sin fin donde la creación es recreada para siempre.
Los ropajes de Cristo son blancos deslumbrantes como los de la Transfiguración. En otros iconos son amarillo oro, es la vestimenta del rey victorioso; o bien, Cristo lleva los colores de la encarnación: túnica roja (hombre) y manto azul (Dios, viene del cielo), todo lleno de oro simbolo de la Presencia divina, del Resucitado. Las ropas ondean a sus espaldas, dando la sensación del movimiento, del descenso. Pero también los espacios claros de la vestidura de Cristo ascienden a lo alto, en un torrente impetuoso, como lenguas del fuego.
Las figuras de Cristo, Adán y Eva forman un triángulo. El manto rojo de Eva y el aleteo de la tela (el borde del manto) en los hombros de Cristo están equilibrados por los vestidos rojos de los dos justos que aparecen a la izquierda. Casi físicamente se percibe la fuerza, emanada del Rey de la Gloria, que rodea todo.Delicadamente delineada, la figura de Cristo es ágil, con los hombros muy estrechos, y no da la impresión de fuerza física, de violencia. Pero la composición y el color del icono son tales que la potencia demoledora del Salvador se percibe enseguida. Esta fuerza de Cristo no es carnal; su fuerza es Divina. Cristo ya está iluminando los infiernos y la muerte con su presencia. Todo el color de fondo dorado del icono, el pan de oro, lo llena todo de esa luz increada.
A los pies de Cristo y dentro de la cueva, se distinguen las puertas del infierno rotas y todos sus pestillos, cadenas y clavos esparcidos. Aparece con la cruz, símbolo de triunfo sobre la muerte y de redención. Es uno de los símbolos principales en las imágenes de la anástasis desde el siglo XI. En algunos iconos la cruz es utilizada como arma al oprimir con ella la boca, cuello o vientre de Satán, y con un fin análogo se convierte en lanza en imágenes como la de la cripta de Tavant. En otras representaciones, Cristo avanza sobre un ser que yace tendido, al que pisotea y llega a encadenar. Esta criatura encarna bien al hades -personificación del infierno- o a Satán, identidades cuyos límites son confusos en muchas imágenes. A veces la cruz ya no aparece como estandarte de victoria. Cristo es ya el Rey de la Gloria que lo llena todo con su Resurrección, la muerte, de la que es señal la cruz, ya esta derrotada, no existe. En ese caso, la cruz aparece en el nimbo que rodea la cabeza de Cristo, pero tenuemente sugerida, transfigurada por la potencia de la Resurrección, ya que ha sido el medio por el que ha conseguido su señorío sobre la muerte y el pecado. La cruz es reemplazada por un rollo (el quirógrafo) que Cristo lleva en sus manos. Es el símbolo del pecado, de la deuda contraída por Adán y Eva, una letra que se tenia que pagar. También se atribuye a este rollo la predicación de Cristo entre los muertos. En algunos iconos el rollo se muestra desplegado y rasgado en el centro.