«Uno de vosotros me traicionará». Los discípulos mirándose unos a otros, se preguntan quién será el traidor. Pedro, a quien siempre se le representa con el vestido amarillo, dice a Juan, reclinado sobre el pecho del Señor: «Pregúntale quién es». Cristo responde: «Aquél que mete la mano en el plato conmigo, ese es». El que está metiendo la mano en el plato es Judas, representado con colores suntuosos, rojo y azul, como símbolo para todos nosotros del amor al mundo.
CRISTO
Cristo lleva la túnica negra, signo de su pasión y muerte. En él se cumple el misterio pascual, el paso de este mundo al Padre. El es el cordero «llevado al sacrificio, inmolado por la tarde», como dice Melitón de Sardes en la homilía sobre la Pascua. La túnica negra es símbolo también de la noche. Cristo entra en las tinieblas del pecado tomando sobre sí la traición, la enemistad, el rechazo.
La primera lectura de la misa leida en la iglesia latina indica las prescripciones sobre la cena pascual, la cuales fuéfon seguidas por Jesús, con la diferencia de que él cambia el contenido de las bendiciones tradicionales sobre el pan y el vino, refiriéndolas a su propio cuerpo y sangre. Sobre la mesa están presentes los signos de la Eucaristía: la copa de vino y el pan. «Esto es miCuerpo, ésta es mi Sangre»..
EL PAN
El pan ázimo no es ya únicamente el signo de la liberación de la esclavitud de Egipto, como para los hebreos, sino el Cuerpo de Cristo entregado por todos los hombres.
EL CALIZ
Es un motivo iconográfico de primer orden. Los tipos han oscilado con los cambios de época, pero su significado ha permanecido invariable. Se ha prestado una singular atención al uso de un único cáliz en la última cena, del cual beben todos los comensales. Esta forma original de actuar no encuentra paralelismo alguno ni en el mundo helenístico (sobre todo en las celebraciones de convivencia de los misterios paganos) ni en las comidas del judaísmo.
Jesús, al dar de beber de su propia copa, estaba realizando por vez primera un gesto sacramental inédito: la comunicación de un don único que es ofrecido por igual a todos los comensales a través de la participación de todos ellos en su propia copa, es decir, en su propia suerte o destino, según la expresión judía.
Es un cáliz sencillo, sin ornamentación, únicamente influye el tamaño, que es bastante grande, comparado con el volumen de las figuras.A partir de esta primera eucaristía la copa de vino ya no es únicamente el signo de la entrada en la tierra de Canaán, sino la sangre de la Nueva Alianza, derramada por todos para la remisión de los pecados.
En consecuencia, la Eucaristía hace que todo cristiano sea injertado en la pascua de Cristo, en su paso de la muerte a la vida eterna.
JUDAS ISCARIOTE
A la tierna devoción de Juan se opone el odio solapado de Judas. En la tradición iconográfica muchos artistas se las ingeniaron para diferenciar al traidor de los apóstoles fieles, ya por el lugar que ocupa en la mesa, ya por los atributos significativos, ya por el resto que lo denuncia. En algunos iconos, el anuncio de la traición hace que al autor se esfuerce en traducir los gestos del rostro y la mímica de las reacciones de cada uno de los apóstoles, intentando demostrar su inocencia o desenmascarar al traidor. Estos juegos fisonómicos que revelen las consciencias conmovidas hasta en su intimidad otorgan intensa vida a esta tragedia. A veces Judas Iscariote aparece en un primer plano y se le identifica por llevar la bolsa, donde ha metido las treinta monedas de la traición, en la mano izquierda y escondiéndola a su espalda, quedando frente al
espectador para poder ser reconocido.
Judas normalmente aparece sin nimbo (aureola) por no ser santo y así dejar claro su carácter maléfico. Cabe destacar en esta pieza la inexistencia del nimbo, si siquiera Jesús lo lleva.
JUAN
Es el apóstol preferido, aparece normalmente apoyando su cabeza en el pecho de Jesús. Esta actitud, mencionada Sólo desde el año 1000 y de acuerdo con el cuarto Evangelio (Jn 13, 25). Se explica porque los apóstoles estaban acostados a la manera antigua, alrededor de una mesa en forma de sigma; ya no tiene sentido cuando los comensales están sentados; pero permanece impuesta por la tradición.
Un detalle interesante es ver que el Iscariote repite corporalmente la misma posición de Juan, el discípulo amado. Por lo demás, el rostro del traidor es como el los otros. La forma de pintar a Judas Iscariote y a Juan muestran de manera profunda esa misteriosa diferencia y similitud entre la fidelidad y traición. ¿Cómo distinguir a los dos apóstoles cuyos comportamientos externos son iguales? Sólo es posible con una mirada interior, espiritual.En algunos iconos todos aparecen con nimbo (aureola), menos Judas, de forma que se le puede identificar fácilmente. Pero hay otra tradición que prefiere pintar sólo a Cristo con nimbo, el iconógrafo no se apropia el derecho de juzgar, sólo el maestro es santo y en el fondo, todos lo traicionaron en el momento de la cruz: «Esta noche -dice Cristo- os vais a escandalizar todos por mi causa» (Mt 26, 31).En la Europa occidental, donde se ha asimilado el concepto de libre albedrío, muchos artistas han decretado la indiscutible condena de Judas, concluyendo que podía, en su libertad, no traicionar a Cristo y que ha escogido, en esa misma libertad, el camino de la traición en lugar de la fidelidad.
Por eso muchos dibujan en su rostro la terrible expresión de esta traición, la noche en la que se adentra, al abandonar aquella sala llena de la luz de Cristo que empieza ya a despuntar y que brillará con toda plenitud en la noche de Pascua.Antes de anunciar la dramática traición por uno de los suyos, Jesús, rompiendo el protocolo de la cena pascual, hace un gesto transcendental que, aunque no es expresado en el icono ha venido a ser uno de los signos más importantes del Jueves Santo: «se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido» (Jn 13, 4-5).Haciendo un gesto de plena humildad Cristo completa así el sentido de la pasión como el mayor servicio de Cristo al Padre y a los hombres. Este gesto ha de ser imitado a lo largo de los siglos por sus seguidores y a partir de él podemos afirmar con toda certeza que no se puede ser auténtico discipulo de Cristo sin la humildad, en la que aquellos primeros discípulos fueron iniciados, especialmente en los días intensos del Triduo Pascual.Teniendo presente este gesto sublime del Salvador, somos invitados a participar en esta liturgia:
«Venid todos los creyentes, a participar en la invitación real del maestro, en la mesa de la inmortalidad, en el lugar alto, con las mentes elevadas, oh fieles, y comamos con regocijo, aprendiendo palabras sublimes del Verbo, a quien le agradecemos» (Novena oda del canon de matutinos).